
Voy paseando con mi mujer por las callejuelas de un pueblecito pesquero. Tranquilo, relajado, cuando de repente
no puedo evitar fijar la atención en una escena que sucede a unos 10 metros de nosotros: una mujer que rondará los 70 se abalanza sobre otra, presionando sus brazos y con la mirada fija hacia ella.
Pregunto a mi mujer si se ha fijado en la escena, me confirma que sí y prácticamente al unísono, llegamos a la conclusión que le ha dado el pésame. No hemos escuchado nada pero lo hemos visto todo.
Unos metros más adelante, un hombre saluda a una mujer y ella no le contesta. El hombre insiste en el saludo y al final ella se gira y le dice “ayyyy perdona que estaba en mi mundo…”, justo en el momento en que pasamos a su lado, que nos confirma lo que habíamos observado en silencio. Otra situación en la que habíamos llegado a la misma conclusión.
Seguimos andando y llegamos a un centro de fisioterapia, donde habíamos reservado una sesión doble. En seguida nos atienden e iniciamos la sesión en la misma sala. La sala está en silencio, pero, comentamos luego, no conseguimos relajarnos; hay algo entre los dos fisioterapeutas que están en la sala de recuperación que habla por sí solo…. Tan sólo se cruzan miradas y gestos, el ambiente es tan denso que se puede cortar con un cuchillo. Cuando acabamos la sesión, lo comentamos mi mujer y yo y nuevamente coincidimos.
¿Tenemos telepatía? Bromeamos. Pero enseguida sabemos que la coincidencia no es debida a nuestro grado de compenetración, pues casi cualquiera hubiera intuido situaciones similares.
Es más simple. ¿Observación? ¿Escucha activa? ¿Comunicación no verbal?… a lo mejor no hace falta decir nada más!