
¿Cómo es el mundo en que vivimos? ¿Acaso un mundo reglado, ordenado, estructurado, preciso, formal? ¿O uno caótico, imprevisible, informal? ¿O ambos? ¿O depende de dónde vivamos? ¿O de a quién preguntemos?
Como casi siempre que reflexionamos o filosofamos será difícil encontrar respuestas válidas o uniformes. Según nuestra propia mirada probablemente veamos más de uno o de otro, pero la realidad es que los dos están presentes, son necesarios e incluso compatibles.
De una parte necesitamos un cierto orden, reglas, normas sociales, leyes, rutinas. Necesitamos tangibilidad y saber a qué atenernos, poder proyectar, planificar… Por otro lado necesitamos vivir, amar, ser sorprendidos, improvisar y tantas otras cosas que no caben en un plan de acción previsible.
Y en nuestra trayectoria vital, sea personal o profesional, encontramos de todo un poco; diferentes vivencias que nos provocan experiencias y moldean nuestro carácter; aprendizajes que incorporamos bajo la piel y nos configuran como personas únicas.
El ser humano aprende cada día en cada situación; por observación, por imitación, investigando…aunque hasta hace poco tiempo todo el énfasis se ha puesto en la educación formal. Y dado que la educación es la principal causante y responsable del aprendizaje, si sólo recibimos educación formal, estaremos desarrollando mayoritariamente un aprendizaje formal que nos lleva a una cuestión crucial: ¿es este aprendizaje suficiente para los requerimientos del mundo actual y venidero?
Uno de los problemas es que la educación formal habitualmente deja fuera demasiados elementos imprescindibles para nuestro crecimiento, tales como el desarrollo de habilidades, el aprendizaje experiencial o el aprendizaje contextual.
Así, las habilidades no tienen cabida habitualmente en los programas formativos formales, o son consideradas como algo accesorio; el aprendizaje experiencial sólo se aprende haciendo, y el aprendizaje contextual es aquél que se produce dentro o va dirigido a nuestro ámbito o necesidades concretas.
Así pues, tenemos una posible categorización del aprendizaje en tres bloques:
– Aprendizaje formal. Es el más tradicional: planificado, de duración definida, genérico, objetivado, evaluado y certificado.
– Aprendizaje no formal. Organizado aunque fuera del circuito oficial, específico, contextual, y correspondiente a unos objetivos concretos, puede ser evaluado o no. La formación continua en el ámbito empresarial o los MOOC (massive open online course) son dos buenos ejemplos.
– Aprendizaje informal. Es el más experiencial, sin planificación ni estructura o evaluación. Se adquiere en las tareas cotidianas que realizamos en cualquier entorno.
En la escuela, el instituto o en la universidad se suele pecar de despachar muchos conocimientos no demasiado experienciales, y excesivamente genéricos como para ser aplicados en el contexto concreto requerido por quien los recibe. Por no hablar de su obsolescencia: en el mundo en que vivimos a la velocidad que va, ¿de qué sirve muchas veces un título conseguido 20 o 30 años atrás…?
Las habilidades han sido el gran olvidado de todo el proceso formativo y por eso encontramos grandes profesionales con muchos conocimientos que carecen de algunas habilidades relacionales imprescindibles para desarrollar su tarea en un mundo cooperativo e interconectado. Pero las habilidades no se adquieren a través del aprendizaje formal. En el mundo de la empresa sólo tendremos dos vías principales para desarrollarlas:
– de forma indirecta (informal), generando entornos de trabajo adecuados que permitan su generación espontánea, aunque resultará difícil mantener un control sobre su desarrollo;
– de forma directa, mediante acciones planificadas, a través de formación específica y experiencial (no formal), donde podremos controlar qué habilidades priorizamos desarrollar y en qué colectivos o personas específicamente.
Vamos a un mundo en el que cada vez tendrá menos peso el saber en sí, el conocimiento, que será una commodity al alcance de todo el mundo; y tendrá mayor peso el aprender a aprender, el saber aplicar en cada momento cada conocimiento (habilidad).
Esto no significa que debamos menospreciar ni infravalorar la educación formal, que seguirá siendo la imprescindible base del aprendizaje. Simplemente la debemos ver como lo que es y será: una excelente cimentación, genérica, sobre la que deberemos ir permanentemente construyendo, modificando, reformando o adaptando con la ayuda de otros tipos de aprendizajes, no formales e informales, que nos permitan estar permanentemente al día, en contacto con la realidad y las necesidades del mundo en el que nos toca vivir.
Desde wann nos queremos apuntar a este gran reto formativo, aportando nuestro pequeño grano de arena a nuestros clientes, enfocados en la construcción conjunta de su realidad, practicando y viviendo esa realidad de forma experiencial, consiguiendo la traslación al lugar de trabajo mediante la aplicación concreta de lo que hemos co-creado en nuestras sesiones y consiguiendo un cambio, mejora o transformación en cada equipo de trabajo.