
Vivimos tiempos difíciles para la esencia. Dice el diccionario que esencia es aquella característica permanente e invariable que determina a un ser o una cosa y sin la cual no sería lo que es.
Pero ¿cómo podemos conocer la esencia de una persona? ¿qué parámetros observamos, analizamos o medimos para hacernos una idea aproximada? ¿son objetivos esos parámetros? ¿quién nos los proporciona?
La mayor parte de la información que nos llega es superficial, subjetiva y muchas veces generada por la parte interesada. Pensemos en un simple perfil en una red social, LinkedIn. Si la primera impresión es la que cuenta, cómo diferenciar aquel perfil embaucador, que presume de lo que carece, de aquel perfil descriptivo, objetivo, que busca trasladar de forma ecuánime sus virtudes y defectos, sus experiencias y títulos.
Hemos visto muchos casos de políticos que inflan sus currículums. Pero los políticos son un reflejo de su sociedad, o viceversa. Por desgracia estamos en un momento de lucha sin cuartel donde la forma está venciendo al fondo. ¿Y qué pasa cuando recibimos un regalo con un precioso envoltorio que decepciona al abrirlo?
Debemos buscar siempre la esencia. Aunque deberemos empezar por buscar la propia.
La mirada interior nos conduce hacia el autoconocimiento. Saber quiénes somos realmente, qué queremos y qué estamos dispuestos a invertir y arriesgar en ello. Y cuando conozcamos bien nuestro fondo nos será mucho más fácil encontrar la forma de proyectarnos de forma honesta hacia el exterior.