
Mes de agosto, en la playa, hace calor. Voy acompañado de mi primo Raúl, dos niñas de 6 y 11 años y dos niños de 8 y 10; les hemos prometido que hoy alquilaríamos un impresionante patín de playa con tobogán, que nos iríamos a “lo hondo” y que nos tiraríamos desde el tobogán.
Están en un estado de excitación total, ante una experiencia que, para ell@s merece ser vivida con esa intensidad que sólo un niño puede sentir.
Cuando ya estamos a una considerable distancia de la orilla no puedo evitar pensar en cuánto daño ha hecho la película Tiburón en el sistema de creencias de mi generación (o al menos eso me parece a mí, que no puedo esquivar los miedos que aparecen a medida que nos alejamos. ¡Donde nos hemos metido con 4 criaturas!..). En ese momento soy plenamente consciente que mi zona de confort está justo en los límites del patín… Igual parece un poco exagerado, pero el calor, la distancia a la orilla, un oleaje creciente, la responsabilidad sobre los niños y los propios temores me agobian por un momento.
Por suerte, ahí están los niños para darnos lecciones. Sólo hace falta observarlos y aprender…
De repente, Elsa, la más pequeña de todos, pide tirarse y con decisión y sin atisbo alguno de miedo, se lanza por el tobogán. Los otros tres niños se quedan mirándola con cara de “es nuestra heroína”.
La tranquilidad y la seguridad con la que se queda nadando cerca del patín empodera al resto que van lanzándose por el tobogán, aunque rápidamente vuelven a subir a la embarcación.
La heroína sigue a lo suyo, se tira desde lo alto del tobogán, “de palillo” (una altura aprox de 2,5 m). Los más mayores la siguen, pero desde peldaños inferiores. Finalmente, y desde el ejemplo, todos van saltando desde lo más alto; alguno con ayuda externa mientras el resto lo anima y corea su nombre hasta que consigue tirarse de lo más alto después de varias intentonas fallidas. Cuando lo logra se muestra radiante, feliz, ha dado un salto de lo más alto, hacia lo desconocido y ha obtenido su recompensa emocional.
Ha tenido que ser la más pequeña, la que menos prejuicios tiene, la que ha saltado hacia lo desconocido; los prejuicios y temores iban aumentando claramente con la edad. Y no es fácil luchar contracorriente, pero la realidad es que estamos en una época de transición, de nuevos caminos por explorar, hacia lugares desconocidos.
¿Saltamos?